Hemos acabado enero. Comenzamos febrero con más o menos ganas. Enero siempre ha sido un mes difícil. Mes de vuelta al trabajo después de las fiestas navideñas, mes de vuelta a la normalidad después de tanto gasto en compras y regalos, mes de pasarlas canutas (unos económicmente, otros físicamente con las gripes y respfriados). En general , enero siempre ha sido un mes apático, insulso (salvo por los que han aprovechado las rebajas), frío y duro. Pero tambien tiene su lado positivo. Enero es el primer mes del año, y pasar enero supone enfrentarse a 11 más por delante, habiendo dejado atrás un año más. Un año que al finalizarse, ha servido para hacer balance, para proponerse retos, metas y objetivos. Enero, que etimologicamente es Jano, es el mes que los romanos representaban con dos caras, como en una moneda. Jano era el dios de los umbrales y de las puertas (no olvidemos que estas tienen también doble cara). Era también el dios de las transiciones. Es coherente, por tanto, que se le dedicara el mes con el que empieza el año, pues enero mira al año que entra y al que se va. Pero en este caso, al irse, ha dejado cositas y detalles que vale la pena guardar en nuestro particular cajón de los recuerdos. Ese baúl que todos tenemos, físicamente o mentalmente. Esa cápsula del tiempo que un día escondemos y resurgirá más allá del tiempo, como ave fénix, para volvernos a descubrir que grande que fue ese mes de enero. Enero, generoso enero. Nos dejó el sabor dulce de una victoria, de una medalla, de un cambio, de un aniversario, de un brindis... de todo aquello que nos has regalado Manuel, directa o indirectamente.
Ahora llega febrero, mes de las purificaciones. Solo deseo que lo más puro que conozco nos visite de vez en cuando o nos deje un saludito para seguir aguantando esos 11 que nos quedan por delante.
Un abrazo Manuel, parte de tu enero ya está en mi cajón.
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