"BAILAR EL VIENTO"

sábado, 12 de marzo de 2011

RECORDANDO EL 11-M...

"Porque siempre hay que mirar el lado bueno de la vida, ya que el malo nos acecha cada día"



Ayer día 11 de marzo estubo en la mente de todos el séptimo aniversario de la gran tragedia ocurrida en España. Mientras recordábamos y añorábamos a muchos de los nuestros, otra gran tragedia (esta vez natural) ocurrió al otro lado del mundo. El 11-M será recordado durante mucho tiempo y por muchas historias, todas diferentes, todas trágicas, y la mayoría nos dejará lágrimas en los ojos y el corazón encogido. Ayer leí una de esas historias y me llegó muy adentro. En el día de hoy, día después de esa fatídica fecha en el calendario, la comparto con vosotros.

Historia de Araceli, publicada en el diario ABC.

<< A las ocho menos veinte, la vida de Araceli Cambronero (Madrid, 1968) salta por los aires. Viaja en uno de los trenes malditos del 11 de marzo de Madrid, hace 1.825 días. Ha corrido mucho para entrar en el vagón y se queda junto a la puerta. Estación de Entrevías, cinco minutos en la masa de gente y el tren llega a Atocha. Se abren las puertas, sale para dejar pasar a los pasajeros y... «Salimos volando todos al suelo. Me quité gente de encima, como pude. Se había ido la luz. Había mucho humo y ese olor tan... Ese olor tan raro que no he conseguido olvidar nunca». Después, las secuelas físicas: un dolor en el pecho, el pitido de oídos y todas las demás. La despedirán de su trabajo, perderá a su marido y sufrirá un cáncer. Su biografía acababa de entrar por la puerta de urgencias en la infame lista de los afectados del 11-M. Su nombre estaba en la columna de los que se salvaron, llena de almas en pena que llevan siete años tratando de digerir una vida regalada aunque lastrada por una pregunta: «¿Por qué yo sí salí y los demás no?».
Entre otras cosas, porque la primera de las tres bombas que la hacen caer al suelo explota en el vagón de al lado. «Sí, pero ¿por qué?», se pregunta. Arquea las cejas, aprieta los labios en una media sonrisa y se encoge de hombros mientras la mañana de Madrid pasa por las ventanillas del Cercanías que vuelve a tomar siete años después. En el vagón, el sueño le ha ganado de nuevo la partida al miedo y un sonriente músico callejero aporrea en su guitarra una de Manuel Carrasco: «Que nadie te ahogue el corazón, que nadie te haga más llorar hundiéndote en silencio».
Se sube cada día a ese mismo tren, en esa misma línea en la que el 11 de marzo de 2004 detonaron 10 explosiones y se fueron 192 almas. Araceli se levanta del suelo envuelto en cuerpos, toma el móvil y llama a Víctor, entonces su marido. «Mis hijos, solo nombraba a mis hijos y decía que no iba a salir de allí. Es curioso, todos gritaban por el móvil». Se corta la llamada. Una segunda deflagración la tira al suelo de nuevo en los andenes de la estación de Atocha. «También lanzó a la mujer que estaba a mi lado y la hirió. Yo seguí corriendo y la dejé ahí. ¿Por qué la dejé ahí, eh? Pues no lo sé, pero me lo pregunto desde ese día. Igual podría haberla salvado. O no, pero los seres humanos sobrevivimos y yo sobreviví corriendo, está claro, pero hay una parte de mí que se lo plantea todos los días».
Lanzada por el impulso atávico de escapar, sale corriendo de la estación. «Allí vi a un chico con el ojo colgando y seguí corriendo por las calles. Me desorienté, no sabía dónde estaba, pero corría como si alguien me persiguiese». A media mañana, todo son lágrimas y referencias de calles que ella no reconoce. La recoge Víctor. Llega a casa, abraza a sus dos niños, le echan una manta por los hombros y no se separa de la televisión hasta el día siguiente, cuando va a trabajar. «Aunque no trabajé, porque no podía. Estaba sentada, pero pasé mucho tiempo sin poder comer, ni trabajar, ni dormir».
A las pocas semanas, la baja médica es una consecuencia lógica. Luego se complican las cosas. Primero. En el Ministerio del Interior, desde donde la llaman para tres citas que son «tres interrogatorios: que si estaba en tal o cual vagón, que si qué vi... ¡Yo qué sé si estaba en el primer o en el tercer vagón!».

«Estaba muy triste»

Segundo. Las cosas se ponen muy feas con su marido. Se separan. «Yo estaba muy mal, entré en hiperactividad, perdí 20 kilos, estaba muy triste y él no pudo estar a la altura de las circunstancias». Luego la despiden de su empresa de cartografía y sufre un cáncer de mama del que sale después de meses de terapia. No todo es malo. Un día de tratamiento, le llega la indemnización como una contra ola de buena suerte, aunque no tanta. El dinero llega «para poder vivir en paro sin perder la casa, poco más», pero atrae «a muchos interesados» que se acercan a ella como presuntas parejas pero «que van a lo que van». Ahora no trabaja como tal, pero cuida de la madre de una víctima de los atentados aquejada de Alzheimer. «Despertarla cada mañana con un beso no es un deber, sino un honor, una manera de devolver algo a todos los que se fueron, algo de esa buena suerte que tuve». Es la única ocasión de la entrevista en la que a Araceli se le humedecen los ojos. «Los que se fueron son los 192 que me cuidan, que me inspiran y que vienen conmigo todos los días. Intento pensar en ellos. No ver más trozos de carne ni miembros mutilados, sino sonrisas y vidas truncadas».
Araceli, en tratamiento psicológico con la Asociación 11M , es ahora «menos alegre», más confiada, se pone a llorar hasta con las escenas más tontas de las películas, como si llorase a cataratas todo lo que pasó y si en un parque de atracciones simulan una explosión, sale corriendo como alma que lleva el diablo. Ya no corre para llegar a un tren, un avión o un autobús. Tampoco duerme de un tirón, pues se cuelan en su descanso trenes vacíos, como una imagen del desierto que ha tenido que cruzar desde entonces. También está más decepcionada, aunque después de sobrevivir a tres mochilas de explosivos, un divorcio, un despido y un cáncer, ha aprendido una lección muy importante gracias a ese deseo de buscar siempre el lado bueno a las cosas: «Ahora sé que soy capaz de salir viva de cualquier situación. La vida es una carrera de obstáculos y vendrán más, pero chico... con todo se puede >>.


jueves, 10 de marzo de 2011

SABRAS....AMORRRRRR




 


SABRAS....
QUE NO TE AMO Y QUE TE AMO
Pablo Neruda
Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.

Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.

Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.

Mi amor tiene dos vidas para amarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.

ALWAYS

martes, 8 de marzo de 2011

Y NUNCA MÁS PIEDRAS EN EL CAMINO.


Es curioso que , cuando comprobamos como vociferan los medios de comunicación la llegada próxima o la misma celebración a nivel mundial del “ dia internacional de la mujer trabajadora” todos lo celebrásemos como si fuera algo especial, algo que solo entra en nuestra conciencia durante algunos minutos ( por el “impacto” de la "noticia”) o quizá tan solo algunos segundos. Y es algo tan efímero y pasajero porque en nuestro país es clara la identificación de un día festivo en el que se celebra algo “importante” con un día en el que no hay que trabajar a consecuencia de esa celebración. El día de la mujer trabajadora es laborable, mientras que el 1 de Mayo es festivo. La mujer trabajadora, en el día en que “oficialmente” se le reconoce su condición , tendrá que trabajar y la gran mayoría de ellas el doble ( trabajo en el mercado laboral y trabajo en casa).Aún existiendo la celebración de dicho de día de la mujer trabajadora, todas sus derivaciones , programas políticos de igualdad y no discriminación , etc.. la mujer sigue jugando un papel de marginación e inferioridad en el trabajo. Está claro que , con el paso del tiempo, la situación debe ir evolucionando a mejor porque esa evolución debe ser una “evolución lógica” y algo que debemos esperar como consecuencia del progreso y el abandono de las ideas machistas y subdesarrolladas , ya no solo de los sistemas políticos que amparan o amparaban la situación de desigualdad en el trabajo sino ha de ser una evolución que debemos experimentar nosotros mismos , los hombres, aunque también incluyo en ese “nosotros mismos” a la mujer.



TRABAJADORA
ERES  ANTE TODO MUJER,
TRABAJADORA DESPUÉS,
MUJER Y OBRERA,
MUJER Y POETISA,
MUJER Y CREADORA,
PORTENTO DE LA VIDA,
MADRE Y CONFIDENTE,
BRAZOS Y CORAZÓN,
BESOS Y ARDOR,
CARICIAS Y ALEGRIAS,
TODO ESO Y MÁS
ERES TU MUJER
ESPOSA Y MADRE,
TRABAJADORA ,
A TI ACUDIMOS PARA AMARTE,
TU ENTREGA AUN NO VALORADA,
ERES LA MUJER AMADA,
ERES LA PERSONA SOÑADA,
A TI TE QUIERO RECONOCER,
TU SEXO MUJER,
TU TRABAJO HAN DE SABER,
PARA PODERTE VALORAR,
MUJER Y AMAR,
MUJER Y CORAZÓN,
PERFECCIÓN DE DIOS,
DESDE AQUÍ TE CANTO,
VERSOS HUMILDES DE POETA,
CLAMANDO TUS ENCANTOS
Y TUS DOTES INMORTALES,
PARA RECONOCER Y ATESORAR,
EL ESPIRITU FEMENINO,
DULCE Y TIERNO SIN FIN,
VIVES AUN MARGINADA,
NO VALORANDO TU LABOR,
ALZANSE MIS ALABANZAS
HACIA ESA MUJER DE AMOR
LABORIOSA Y HACENDOSA,
CRISOL DE LA FAMILIA,
SIN TI LOS HOMBRES
NADA SOMOS, NADA VALEMOS.
Dedicado a todas las mujeres en su dia 8 de marzo

ESCAPARME A TU BALCÓN... (ROMEO Y JULIETA)



Bajo el balcón de Julieta. (Romeo entra sin ser visto en el palacio de los Capuleto. Julieta aparece en una ventana)
Romeo:- ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Do de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a esos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!… ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!
Julieta:- ¡Ay de mí!
Romeo:- Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos extáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.
Julieta:- ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.
Romeo:- (Aparte) ¿Continuaré oyéndola, o le hablo ahora?
Julieta:- ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!
Romeo:- Te tomo la palabra. Llámame sólo “amor mío” y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Julieta:- ¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?
Romeo:- ¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, santa adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerla escrita, rasgaría esa palabra.
Julieta:- Todavía no he escuchado cien palabras de esa lengua, y conozco ya el acento. ¿No eres tú Romeo y Motesco?
Romeo:- Ni uno ni otro, hermosa doncella, si los dos te desagradan.
Julieta:- Y dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y para qué? Las tapias del jardín son altas y difíciles de escalar, y el sitio, de muerte, considerando quién eres, si alguno de mis parientes te descubriera.
Romero:- Con ligeras alas de amor franquee estos muros, pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar. Por tanto, tus parientes no me importan.
Julieta:- ¡Te asesinarán si te encuentran!
Romero:- ¡Ay! ¡Más peligro hallo en tus ojos que en veinte espadas de ellos! Mírame tan sólo con agrado, y quedo a prueba de su enemistad.
Julieta:- ¡Por cuanto vale el mundo, no quisiera que te viesen aquí!
Romeo:- El manto de la noche me oculta a sus miradas; pero, si no me quieres, déjalos que me hallen aquí. ¡Es mejor que termine mi vida víctima de su odio, que se retrase mi muerte falto de tu amor.
Julieta:- ¿Quién fue tu guía para descubrir este sitio?
Romeo:- Amor, que fue el primero que me incitó a indagar; él me prestó consejo y yo le presté mis ojos. No soy piloto; sin embargo, aunque te hallaras tan lejos como la más extensa ribera que baña el más lejano mar, me aventuraría por mercancía semejante.
Julieta:- Tú sabes que el velo de la noche cubre mi rostro; si así lo fuera, un rubor virginal verías teñir mis mejillas por lo que me oíste pronunciar esta noche. Gustosa quisiera guardar las formas, gustosa negar cuanto he hablado; pero, ¡adiós cumplimientos! ¿Me amas? Sé que dirás: sí, yo te creeré bajo tu palabra. Con todo, si lo jurases, podría resultar falso, y de los perjurios de los amantes dicen que se ríe Júpiter. ¡Oh gentil Romeo! Si de veras me quieres, decláralo con sinceridad; o, si piensas que soy demasiado ligera, me pondré desdeñosa y esquiva, y tanto mayor será tu empeño en galantearme. En verdad, arrogante Montesco, soy demasiado apasionada, y por ello tal vez tildes de liviana mi conducta; pero, créeme, hidalgo, daré pruebas de ser más sincera que las que tienen más destreza en disimular. Yo hubiera sido más reservada, lo confieso, de no haber tú sorprendido, sin que yo me apercibiese, mi verdadera pasión amorosa. ¡Perdóname, por tanto, y no atribuyas a liviano amor esta flaqueza mía, que de tal modo ha descubierto la oscura noche!
Romeo:- Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de los árboles…
Julieta:- No jures por la luna, que es su rápida movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia.
Romeo:- ¿Pues por quién juraré?
Julieta:- No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.
Romeo:- ¿Pues por quién juraré?
Julieta:- No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche oír tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate ahora: quizá cuando vuelvas haya llegado abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor. Adiós, ¡ojalá caliente tu pecho en tan dulce clama como el mío!
Romeo:- ¿Y no me das más consuelo que ése?
Julieta:- ¿Y qué otro puedo darte esta noche?
Romeo:- Tu fe por la mía.
Julieta:- Antes de la di que tú acertaras a pedírmela. Lo que siento es no poder dártela otra vez.
Romeo:- ¿Pues qué? ¿Otra vez quisieras quitármela?
Julieta:- Sí, para dártela otra vez, aunque esto fuera codicia de un bien que tengo ya. Pero mi afán de dártelo todo es tan profundo y tan sin límite como los abismos de la mar. ¡Cuando más te doy, más quisiera date!… Pero oigo ruido dentro. ¡Adiós no engañes mi esperanza… Ama, allá voy… Guárdame fidelidad, Montesco mío. Espera un instante, que vuelvo en seguida.
Romeo:- ¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño
Julieta:- (Asomada otra vez a la ventana) Sólo te diré dos palabras. Si el fin de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuando quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo.
Ama:- (Llamando dentro) ¡Julieta!
Julieta:- Ya voy. Pero si son torcidas tus intenciones, suplícote que…
Ama:- ¡Julieta!
Julieta:- Ya corro… Suplícote que desistas de tu empeño, y me dejes a solas con mi dolor. Mañana irá el mensajero…
Romeo:- Por la gloria…
Julieta:- Buenas noches.
Romeo:- No. ¿Cómo han de ser buenas sin tus rayos? El amor va en busca del amor como el estudiante huyendo de sus libros, y el amor se aleja del amor como el niño que deja sus juegos para tornar al estudio.
Julieta:- (Otra vez a la ventana) ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviese la voz del cazador de cetrería, para llamar de lejos a los halcones¡ Si yo pudiera hablar a gritos, penetraría mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y llegaría a ensordecerla repitiendo el nombre de mi Romeo.
Romeo:- ¡Cuán grado suena el acento de mi amada en la apacible noche, protectora de los amantes! Más dulce es que la música en oído atento.
Julieta:- ¡Romeo!
Romeo:- ¡Alma mía!
Julieta:- ¿A qué hora irá mi criado mañana?
Romeo:- A las nueve.
Julieta:- No faltará. Las horas se me harán siglos hasta que llegue. No sé para qué te he llamado.
Romeo:- ¡Déjame quedar aquí hasta que lo pienses!
Julieta:- Con el contento de verte cerca me olvidaré eternamente de lo que pensaba, recordando tu dulce compañía.
Romeo:- Para que siga tu olvido no he de irme.
Julieta:- Ya es de día. Vete… Pero no quisiera que te alejaras más que el breve trecho que consiente alejarse al pajarillo la niña que le tiene sujeto de una cuerda de seda, y que a veces le suelta de la mano, y luego le coge ansiosa, y le vuelve a soltar…
Romeo:- ¡Ojalá fuera yo ese pajarillo!
Julieta:- ¿Y qué quisiera yo sino que lo fueras? Aunque recelo que mis caricias habían de matarte. ¡Adiós, adiós! Triste es la ausencia y tan dulce la despedida, que no sé cómo arrancarme de los hierros de esta ventana.
Romeo:- ¡Qué el sueño descanse en tus dulces ojos y la paz en tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! De aquí voy a la celda donde mora mi piadoso confesor, para pedirle ayuda y consejo en este trance.




domingo, 6 de marzo de 2011

ME ACOSTUMBRE A PENSAR EN TI...


Me acostumbré a tus palabras,
como el viento a la primavera.

Me acostumbré a tus ojos apagados
por la desesperanza,
a tu voz con distancia,
a tu caricia contenida
en la estela del recuerdo.
Al todo o nada y nada y todo.
Me acostumbré a jugarme la vida
en una palabra
sin saber de mi misma,
a preguntarle a mi corazón
sin saber si consentía.
Me acostumbré a tu ansiada ternura,
a tus pasos para verte
y al silencio de las equivocaciones.
Me he acostumbrado a pensar,
más que a actuar
a vivir, a expresar,
sin saber que pasará.
Me acostumbré a tí,
con tanta paciencia,
que la impaciencia nos dibujó el espanto
y a lo lejos logro sentir tu corazón confuso
buscando tu silueta.
Me acostumbré a las cláusulas de una letra
echar de menos las noches,
que jamás conocí,
de la vidas que jamás viví.
A pesar de la costumbre
buena o mala,
simplemente pienso en tí.