El horizonte es aquella imagen, que nunca alcanzas. Cuanto más te acercas más se aleja, más distante se presenta. En días soleados como hoy, iniciando la temporada de playa, oteo el horizonte en busca de algún atajo divino que me lleve hasta tí. El infinito azul se torna oscuro para unirse con los claros del cielo que lucen bajo la atenta mirada de los rayos de sol. Ese sol que nos calienta a todos, ese sol de Huelva, de Andalucía, de España y del mundo entero. Llega un momento que, de tanto mirar al horizonte, mis ojos cansados lloran forzados a no pestañear, a seguir buscándote en la otra orilla que mi agudo sentido de la vista no llega a divisar, bajo la linea donde se juntan cielo y tierra, donde los dioses tienen su Valhalla particular, y no permiten que los corazones humanos lleguen nunca. Las lágrimas caen por mi rostro y resbalan por mi mentón dejándose caer para unirse a la marea, para volver a ser engullida hacia mar adentro, llevando un poco de dulzura entre tanta sal, cual mensaje en una botella que un día será recogida por alguien. Y ese día sabran que Manuel es GRANDE, tan GRANDE como la inmesidad del mar. Un beso a todos.
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